sábado, 4 de junio de 2011

ACTUACION DE FIN DE CURSO

Hola de nuevo. Os dejo el cuento que vamos a interpretar en fin e curso.

Con respecto al vestuario, el lunes llevarán un escrito de la ropa de cada animal, porque por debajo van de animal y por encima del baile que les toque.
Los animales van con mallas y camisa (mejor que camiseta ya que es más larga) del color que les corresponda y el maquillaje correspondiente que se os explicará en el papel; y por encima la ropa del baile.
De esta vez si que nos vais a tener que ayudar con el maquillaje el día de la actuación...
Los complementos o adornos los hacemos en el colegio. Pero bueno, nos os preocupeis que es sencillo.
Los que van de escoceses, una madre nos prestó tela para hacer las bandas, pero si tenéis alguna más y nos la podéis prestar para cortar, os lo agradecemos.

El cuento es muy bonito y hace que participen todos, o va a gustar mucho.




Érase una vez... una jirafa llamada Gerardo, era una jirafa muy alta, de cuello largo y elegante, pero era patizambo y zancudo y caminaba tambaleante.
Sabía bien cómo sostenerse para arrancar de los árboles las hojas tiernas, pero al correr de un lado a otro se le doblaban las piernas.
Todos los años en África el baile de la selva suelen celebrar, y a él todos los animales acuden para danzar, saltar y brincar. Y ese año, al llegar el gran día, el pobre Gerardo se sintió fatal; bailar era lo que más temía.
Los jabalíes empezaron con un vals, y los rinocerontes, a rocanrolear. Los leones bailaron un tango muy atrevido y espectacular. Con mucho sentimiento latino, bailaron en chachachá los chimpacés. Y ocho mandriles formaron equipo para marcarse un brioso baile escocés.
Gerardo tragó saliva con valentía mientras a la pista de baile iba a salir, pero los leones vieron que se acercaba y comenzaron enseguida a rugir.
“Eh, mirad al torpe de Gerardo –se rieron todos los animales-. ¡Las jirafas no saben bailar, tonto!, ¿no ves que para eso no vales?”
Gerardo se quedó de una pieza, mudo, quieto y abochornado. “Tienen razón –pensó-, soy un inútil, bailo como un pato mareado.” Se marchó cabizbajo del baile y caminó hacia casa con aire ausente. Nunca se había sentido tan triste antes, tan triste y tan solo de repente.
Entonces encontró un pequeño claro y hacia el cielo levantó la cabeza. “Es tan hermosa la luna...”, murmuró con un suspiro de tristeza.
“¡Perdona! –le dijo, tosiendo un grillo que llevaba rato observándolo con atención-. A veces, cuando uno es diferente, lo único que necesita es encontrar su propio son. Escucha mecerse la hierba, y el sonido de las ramas que la brisa acuna. Para mi es la música más dulce, ¡como esta melodía no hay ninguna! Imagina que esa preciosa luna está tocando sólo para ti. Todo tiene su música si tú de veras quieres que sea así.” Luego el grillo le dedicó una sonrisa y empezó a tocar su violín. Y entonces Gerardo sintió que su cuerpo hacía algo increíble por fin. Sus pezuñas comenzaron a moverse y su cola se puso a girar, su cuello se balanceaba suavemente... ¡y así fue como empezó a bailar!
Dio un salto mortal hacia atrás con gran destreza y soltura. Brincó y brincó más y más sin dejar de hacer figuras. Gerardo estaba fascinado; su boca, abierta de par en par. “¡Estoy bailando!¡Sí, estoy bailando!¡ESTOY BAILANDO!” empezó a gritar.
Entonces uno por uno, todos los animales que en la fiesta le habían abucheado, llegaron allí mientras Gerardo bailaba, y se quedaron maravillados. Todos gritaron: “¡Es un milagro!¡Debemos de estar soñando! Nunca antes se había visto aquí a nadie tan bueno bailando”. “¿Cómo es posible que ahora bailes así?”. Pero Gerardo aún dio un brinco más y acabó con una reverencia.
Entonces levantó la cabeza y miró a la luna y las estrellas con pasión. “Todos sabemos bailar –les dijo-, si encontramos la música que nos llega al corazón”

Y colorin colorado este cuento se ha acabado